Buscándome en el oscuro abismo de la inexistencia observo aterrado el absurdo vacío. Es entonces, únicamente en el instante en el que solo queda mi mirada cuando encuentro como una respuesta la inmensidad desproporcionada.
Yo soy la luz, y el amor lo inunda todo.
Vuelvo a caminar entre sombras vagas, que dictan palabras marcadas, que pisan y borran mi ansiado destino.
Vuelvo a mi sólido refugio donde curo heridas abiertas y escribo una religión en la que poder creer.
Vuelvo a sembrar senderos de libertad que me permitan viajar a verdades infinitas.
Vuelvo a alimentar de ilusión el fondo de mi fondo para poder seguir siendo quien soy.
El cielo eterno me regala esta noche. Rodeado, abrigado, camino el camino entretenido sintiéndome parte de un baile divertido.
Musicales y atentos, los sonidos del bosque acompañan mis pasos jugando a componer una nueva melodía. Como un golpe inesperado, algo interrumpe el dulce momento. Mis pies descalzos se esconden en la sombra del camino y la música calla.
Otra vez ellas, las palabras antiguas, las palabras que hablan, las que me hacen dudar, familiares, retorcidas, amables, gastadas… Las quiero. No! las odio.
Segundos más tarde, recuerdo mi muerte y vuelvo a sonreír.